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La organización del Dakar, la francesa ASO, empezó a verse al límite de su capacidad de atender las urgencias sanitarias registradas en la 5ª etapa que la recortó.
Pilotos desvanecidos y/o extraviados, motos incendiadas, fueron más de lo habitual al punto que hubo confusión sobre lo que le había pasado a cada participante que no avanzaba hacia la meta.
Esta incertidumbre la vivió la familia de Sebastián Fernández, a quién algunos miembros del equipo de trabajo de la Organización, les informaron que la moto se había incendiado. Otros miembros le informaban al Director de RPM Kawasaki, Marcelo Sánchez, que el piloto se había desvanecido.
José Luis, el padre de Sebastián, naturalmente con el fin de evitar preocupar a otros familiares en Uruguay, trasladó de inmediato lo que le dijeron antes que el helicóptero aterrizara en el Campamento.
Rato después –cuando llegó- pudo saberse que al piloto solamente le habían ardido las botas.
Imagínense a su madre Graciela, su revisión, fue mayor a la de los médicos, no había argumento que la convenciese, ante la posibilidad de que su hijo estuviera relativizando lo sucedido para evitar preocuparla.
Ahora sabemos que no fue una sola caída: fueron dos. En la primera Sebastián quedó inconsciente debajo de la moto. “Al reaccionar veo a un piloto de un cuadri que estaba quitándome la moto de encima, en ese momento se vuelca combustible sobre mis botas y arden, no así mi moto” explica el joven doloreño.
Se sobrepuso y consiguió retomar la carrera, y sobre el km 135, sufrió otra caída más fuerte que le produjo pérdida de conocimiento.
“En ese momento fui asistido por mi compañero Diego Demelchiori que pidió asistencia del helicóptero”.
La moto Kawasaki KLX 450 quedó en el desierto, cuando la fueron a buscar, estaba en perfecto estado, como lo está felizmente el piloto.
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