El Timbó de Villa Soriano, la muerte y la esperanza!

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El Timbó, ubicado en el parque Ciudad de Dolores, en el triángulo de acceso a Villa Soriano, se muere.

El viejo árbol, -de acuerdo a la tradición plantado por Mariano Mendieta en 1904-, comenzó su rápido declive atacado en principio por el Clavelillo, una especie de plaga o parásito vegetal, que según algunas versiones llegó desde el delta argentino.

Conocido también en otras partes del país como Pacará u Oreja de Negro (el nombre científico es Enterolobium contortisiliquum y pertenece a la familia de las Leguminosae) se constituyó en parte del paisaje de la histórica localidad, y vaya a saber si por su carácter ictiotóxico, Don Mariano lo colocó lo más lejos posible de los peces.

Según parece el Timbó ataca aletarga, emborracha y mata los animalitos del río, sin que su carne se vuelva tóxica para los seres humanos, aunque los vecinos de la histórica jamás–creo- apelaron a sus ramas para tal práctica.

Por el contrario,durante casi un siglo, cuando ya fue grande, los villeros tomaron –y tomamos-sombra bajo su copa, y los niños jugaron entre sus tallos, que como los brazosde un enorme pulpo llegaban al borde de la vereda de calle España.

Cuantas veces seiluminó de guirnaldas de colores para la celebración de Carnaval, -cuantas veces bailaron, o bailamos, sobre el piso de conchillas que rodea su enorme tronco, y vaya a saber de cuántas promesas de amor fue mudo testigo, o del mismo amor, el gigantesco árbol de nuestra portada, fue lecho sin par…. ¡quién lo va a contar!.

Haya a finales de la década del 90’ alertados que –nuestro Timbó podía desaparecer- propusimos en la Junta Departamental declararlo Monumento Vegetal, como forma de ponerlo en valor con miras a dar cuenta de acciones a favor de su sostenimiento.

La verdad, no nos prestaron atención, o no supimos ser convincente en la propuesta, si fue en cambio más eficiente la jornada de sensibilización que en 2002, junto a un grupo de estudiantes del Instituto de Formación Docente de Mercedes, pudimos llevar a cabo con el fin de quitarle el clavelillo.

Después de aquello la Intendencia intentó retirar manualmente a la planta invasora, y acertadamente limitó el acceso colocando en su entorno un vallado para que sus raíces no sufrieran con la tierra apretada por decenas de personas que caminaban indirectamente sobre ellas.

En medio –por unos años – soportó los enormes focos que pusieron debajo para iluminarlo; en vez de ayudarlo, contribuían a invertir el tradicional proceso de la fotosíntesis.

Pero el tiempo se fue, tenemos que pensar que hacer con su tronco.

¿Quedará en ese lugar o será retirado?

Esa decisión seguramente tendrá que tomarla la gente de Villa Soriano. Lo que sí está claro que si se queda (¿se podrá fosilizarlo?) deberá ser puesto a salvo del pillaje de aquellos que pretendan un trofeo.

Villa Soriano ha perdido muchas cosas –campanas, viejos edificios, las rejas de sus casas, un portón aduanero, etc- y ha de mantenerse en guardia contra aquellos que, por el placer personal de un recuerdo o por dinero, someten impúdicamente a latrocinio nuestro patrimonio colectivo.

Además de proteger y cuidar lo pasado, simultáneamente es tiempo de ir pensando en plantar otro.

El primero fue fruto del tesón –según se dice: de Mariano-, el siguiente, seguramente un poco más hacia el vértice de Cabildo y Lavalleja, será hijo del afecto de los villeros, que orgullosos de su propio pasado, también saben mirar con esperanza el futuro.

F. P.: https://www.facebook.com/freddyplanchon

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